viernes, 9 de diciembre de 2011
Escapada a Cuba
viernes, 25 de noviembre de 2011
Hadas y luces de otoño...
jueves, 3 de noviembre de 2011
martes, 20 de septiembre de 2011
Rumbo al sur
Imagen by Nur, 2011
domingo, 10 de julio de 2011
Lluvia de la tarde...
Ibíd. "La cura Schopenhauer" Irvin D. Yalom
Imagen by Nur, junio 2011
sábado, 25 de junio de 2011
jueves, 16 de junio de 2011
jueves, 9 de junio de 2011
Cuando el pueblo habla
El anhelo de libertad es algo que todos llevamos dentro, porque nacimos libres pero la sociedad nos hizo sus esclavos con un sistema hartamente fracasado, aunque lo peor de todo es que nos hemos dejado convencer por el hecho que así debe ser.
Hay ciertas normas que deben ser respetadas, hay ciertas pautas de ética y moralidad para con uno mismo y con los demás que no deben ser rotas ni transgredidas pero, sin embargo, también existen convicciones propias que corresponden al plano de nuestra realidad, de la vida que hemos decidido vivir, y por las que debemos luchar, porque solo de ese modo alcanzaremos una gran claridad en nuestros pensamientos, y estos transmitirán emociones que nos harán vibrar en un plano positivo, con energía positiva, la que nos dará la armonía que necesitamos para descubrirnos a nosotros mismos desde dentro y hacia fuera, por que lo visible siempre es lo fácil, por eso debemos empezar por lo difícil, por nuestro interior, para ir saliendo a la superficie en la medida que vayamos sabiendo quiénes somos, dónde estamos y para qué hemos venido. Cuál es nuestro sentido, el propio de cada uno, porque el colectivo sólo lo entenderemos cuándo primero entendamos el nuestro, el individual que corresponde a cada uno. Porque nuestra libertad es la que nosotros queramos que sea, y la libertad de pensamiento, palabra y obra sólo depende de nosotros, de nuestra fuerza de voluntad, de nuestro coraje y de nuestra actitud frente al mundo.Seamos libres entonces y convirtamos este mundo en un lugar mejor. Y para ello, sólo cabe hacer libres a las personas que lo conforman. A nosotros mismos.
Texto de "La verdad Scarlata" de Eva Maria Ruiz
Imagen by Nur, Tical, Guatemala junio 2011
jueves, 26 de mayo de 2011
Mayo Veracruzano
Richard Bach.
Imagen by Nur, Kati y Kiko, Dos Amates.
martes, 10 de mayo de 2011
Wiricuta 2011
Si esto es como el mar, quién conoce alguna esquina
Dejadme nacer, que me tengo que inventar
Para hacerme ver, empecé por las espinas…
(Fito&Fitipaldis)
Cuando conocí a Arturo sentí que había llegado el momento de viajar al desierto. En otras ocasiones, mientras viajaba por el interior de este extenso país, había estado cerca del sagrado territorio Huichol. Pero entonces mi instinto me dijo que no tocaba, no sin la preparación y el guía adecuados. Pero llegado el momento las cosas se precipitan por si solas y a los pocos días de nuestro encuentro con Arturo partíamos hacía Matehuala con la mochila cargada de ilusión, respeto y algún que otro miedo. Según recorríamos las variables y maltrechas carreteras del estado de Veracruz y nos acercábamos a nuestro destino las emociones se hacían más fuertes y cambiantes. Sentía cómo se removía mi interior y tenía que hacer un esfuerzo por mantenerme relajada y poder fluir con lo que iba llegando.
Pasamos por la costa del golfo, aun en el estado de Veracruz, a darnos un buen baño en la playa de La Mancha y recoger un poco de agua de mar para llevar como ofrenda al territorio Huichol. Según avanzábamos hacía el norte y cruzábamos el trópico de cáncer el paisaje y el aire cambiaban casi sin darte cuenta. En tres días llegamos a Matehuala, el último núcleo de población importante antes de nuestra entrada al desierto. Allí compramos víveres para los próximos cinco días y algunas ofrendas más. Adquirimos unos sombreros, frijoles, maíz, tortillas, arroz, lentejas, algo de pan, café, un poco de fruta y pequeñas cosas que íbamos a necesitar. Ese día visitamos Real de Catorce, un pueblo mágico en lo alto de las montañas de Wiricuta, al que hay que entrar por un túnel excavado en la roca pues antiguamente era una mina de la que los antiguos conquistadores extraían oro de aquellos peñascos.
Pasamos nuestra última noche en Estación Catorce, puerta de entrada al desierto, en una antigua hacienda remodelada para dar alojamiento a los viajeros y buscadores que allí llegaban. Esa madrugada el peyote apareció en mis sueños, estaba inquieta y expectante, ya podía sentir la energía de aquel potente lugar. Por la mañana me desperté con una extraña calma para lo cerca que estaba por fin de cruzar la puerta del desierto, cargamos el agua y algunos costales de leña en Estación Wadley, nos subimos al jeep de Oscar y nos dirigimos hacia el valle de las ánimas, en pleno Wiricuta. Desde la parte de atrás de la camioneta podía ver la imponente silueta del Cerro del Quemado. El Cerro del Quemado en Wiricuta es el destino de la larga ruta sagrada de los Huicholes desde Nayarit y Jalisco. Esa es la ruta de los Huicholes. Ahí está la puerta de la reserva Wiricuta. Y es que puede parecer que la entrada al desierto se puede realizar desde muchos lugares, pero en realidad la puerta es pequeña…
Durante más de 2000 años, ha sido la ruta de las peregrinaciones de los Huicholes y sus ancestros. Ahí, sus antepasados han agradecido la vida y han rezado por todos. En esa tierra, muchos han reconocido su miedo y su amor. Esa tierra les ha enseñado a caminar por la vida con atención. A casi todos, les ha abierto el corazón. Ahí, han aprendido a rezar, a cantar, y han entendido la importancia de ofrendar. Han constatado, que por larga que parezca la noche, y por pesada que parezca nuestra propia oscuridad… con el canto y con el rezo… llega el amanecer…nuestro propio amanecer….El de nuestro corazón que recibe una nueva oportunidad … el que ama el nacer…El que ama nacer junto con el sol!
Llegamos al valle de las ánimas después de un trayecto no demasiado largo a través de los laberínticos caminos del desierto. Instalamos nuestro campamento bajo la sombra de un par de mezquites, árbol de corta estatura y torcido. En esta época del año los mezquites están floreando por lo que el precio de descansar bajo su sombra es tener que soportar la infinidad de insectos que lo rodean. Las pequeñas mosquitas buscan cualquier gota de humedad por lo que tratan de meterse en los ojos, la nariz, las orejas y la boca. No conseguí acostumbrarme a ellas a pesar de los consejos zen de Arturo con respecto a la actitud que tomar ante tan molesta situación, así que me hice de un palo a modo de abanico para mantenerlos a raya y lejos de mi cara todo lo posible. Despejamos el lugar de excrementos de animales, barrimos el suelo con una improvisada escoba que Arturo construyó con algunas ramas de gobernadoras y un trozo de cuerda, montamos las tiendas, reconstruimos los círculos de protección de piedra alrededor de ellas y preparamos un buen fuego para la cena. Esa misma tarde iniciamos nuestra primera caminata después de pedir permiso a los guardianes del lugar sagrado para que las cascabeles y escorpiones se mantuvieran alejados de nosotros.
El paisaje del desierto no es como una se imagina. No es el típico desierto lleno de dunas de arena y apenas sin vida. Wiricuta late con los rayos del sol y el sereno de la noche, tiene bastante vegetación baja, sobre todo unas plantitas que llaman “gobernadoras”, plantas medicinales que los habitantes de la región del altiplano han utilizado durante miles de años como parte de la medicina tradicional para combatir cálculos renales, problemas de riñones e inflamaciones de la vejiga..., también habitan el palo fierro, el palo verde, el mezquite, el torote y algunas especies de palmeras. Además, cómo no, está lleno de cactus, lo que te obliga a mirar continuamente dónde pisas si no quieres salir espinado. El sahuaro, el cardón, la senita, la pitahaya, la biznaga y el nopal son cactus muy especiales. Hay unos cactus que les llaman “perrillos” porque parece que se lancen a morderte los pies. Se esconden tras otros arbustos y si al pasar los rozas se clavan en tus botas y pueden incluso atravesarlas. Son difíciles de quitar, se insertan en todo lo que tocan!
Cuando regresamos al campamento el sol estaba ya muy bajo y las moscas habían desaparecido, lo cual fue un alivio. Preparamos algo de cenar y lo compartimos junto al abuelito fuego. Cuando llegó la noche me sorprendió el bajón de temperatura. Después del húmedo e intenso calor de Veracruz no estaba preparada para semejante frio. A pesar de haber una gran luna se podía distinguir perfectamente el mapa celeste, disfruté un buen rato de la visión del cielo estrellado y el silencio de la noche del desierto. Cuando ya estaba tiritando de frio me metí en mi tienda y coloqué unos cartones y una cobija bajo mi saco de dormir. El suelo del desierto es bien duro, con el paso de los días descubrí que el truco para no quedarte entumecida era rodar durante la noche, no quedarse demasiado tiempo en la misma posición y así conseguías poder ponerte de pie por la mañana sin demasiado problemas. Después de comprobar con mi frontal que ningún habitante se había colado en el interior de la tienda me metí en el saco, me tapé con mi manta polar y me dormí con imágenes del desierto y el venado azul flotando en mi mente.
Por la mañana el calor me sacó de la tienda a primera hora y tuve que enfrentarme de nuevo a los molestos insectos. El sol aprieta mucho, sin embargo no sudas, todo se reseca. La piel de los labios se agrieta y se hacen heridas en la nariz de tanta sequedad. Ir al baño implica llevarse el machete y el palo, alejarse un poco del campamento, buscar un sitio despejado de espinas y animalillos, hacer un agujero en el suelo con el machete y taparlo después. De todas formas aunque bebes mucha agua apenas “evacuas”, parece que el cuerpo no quiera dejar escapar ni una gota de humedad.
Después de un ligero desayuno, llenamos de agua nuestras cantimploras, me puse bastante protector solar para no quemarme, dejamos la olla al fuego con unos frijoles y nos fuimos de cacería. El peyote (hícuri) es un cactus que se esconde normalmente a la sombra de las gobernadoras. No resulta fácil encontrarlo. Hay que llamarlo, hablarle con el corazón para que salte y lo puedas ver. Es él quien se muestra si te considera digno y limpio de espíritu. Arturo nos guiaba por los valles sagrados y nos iba dando puntos de referencia para no extraviarnos y realizar la caminata por etapas, siempre descansando en alguna sombra de las palmeras más grandes. Perderse en el desierto es muy fácil, se han encontrado restos de cazadores que han sucumbido bajo el potente sol de Wiricuta. El viento cambia constantemente de dirección y una nube puede taparte tu punto de referencia en los cerros, el paisaje parece idéntico en todas direcciones y al cabo de unas pocas horas es fácil perder la orientación si no vas con alguien experimentado.
Y allí me encontraba yo. Con mi sombrero bajo el pesado sol de Wiricuta caminando con mi palo en una mano y llamando al jicurito para que se mostrara. El hecho de hablar y llamarlo mientras caminas también ayuda a que las serpientes se mantengan alejadas. Los huicholes identifican al peyote con el venado azul y con el maíz. La cacería resulta emocionante. Puedes estar horas buscando y no ver nada y luego pasas por el mismo sitio de nuevo y empiezas a verlos! Cuando por fin el venadito se decidió a saltar los veía por todas partes. La caza también tiene su propio ritual. Tal y como hacen los Huicholes cuando encuentras el preciado cactus y has comprobado que ningún animalillo está cerca, se ha de cortar con un cuchillo que no sea metálico sino algo natural para no dañar la madre del cactus que permanece enterrada. Arturo nos preparó uno hecho de una ramita de gobernadora, tras pedirle permiso para cortarla. Después de cortar el Jicurito bajo sus detalladas explicaciones se ha de tapar la madre, regarla con unas gotas de agua y dejarle unos granitos de maíz como ofrenda. Solo así el próximo año allí donde has cortado uno aparecerán dos nuevos y hermosos peyotitos. Según cómo estén situados los peyotes es todo un reto no salir con la mano llena de espinas.
Regresamos al campamento con nuestros paliacates bien llenos y sin una reserva de agua. Los fríjoles seguían al fuego, después de unas horas seguían duros así que decidimos cocinar un poco de arroz con una cebolla hervida. Después de quitarnos algunas espinas de las manos y las piernas nos dispusimos a limpiar los jícuris mientras Arturo templaba su tambor junto al fuego y nos prepararnos para nuestra primera ceremonia de iniciación que comenzó al caer el sol. Fue una noche mágica.
Permanecíamos tumbados dentro del círculo de piedras mientras Arturo hacía sonar su tambor con ritmos aztecas y su vibración me recorría todo el cuerpo. Sus cantos me parecieron mágicos y me traían imágenes de antiguos pueblos indios cantando junto al fuego. El Jícuri apareció enseguida, se me presentó como hermano de la Ayahuasca y me dijo que permaneciera tranquila, que ya me había preparado para estar allí y ahora debía dejarlo hacer. En un abrir y cerrar de ojos me elevo en el cielo estrellado mientras mi cuerpo permanecía tumbado junto a los demás. Me enseño su tierra, el lugar de donde proviene y allí donde miraba todo se transformaba en Jícuri, los árboles, el suelo, las estrellas, la noche, la luna, todo era lo mismo…el cactus sagrado. Su poder me resultó familiar y pensé que la ayahuasca había estado preparándome todo este tiempo para poder realizar este viaje. A diferencia de la ayahuasca me sorprendió su facilidad para sacarte del cuerpo, el “tránsito” es menos convulsivo y es más difícil oponer resistencia. También me pareció mas complicado el diálogo y la comprensión de las imágenes, supongo que por falta de experiencia. Las imágenes son de unos colores brillantes de esos que solo puedes ver cuando estás en otro plano de conciencia, todo está conectado y parece que puedas abrazar la luna y las estrellas. Me sentía fuerte y con la energía renovada con el paso de las horas. Puedo decir que el peyote me trató bien, con cariño y respeto lo cual me ayudó a relajarme durante el vuelo. La noche estaba bien clara y apenas sentía el frio bajo la cobija. Mi parte de loba salvaje se sintió complacida al poder escuchar el aullido de los coyotes no muy lejos de nosotros. Cuentan que en algunas ceremonias puedes verlos jugar unos con otros, fuera del círculo de piedras, pero como era semana santa no éramos los únicos acampados en aquel valle por lo que las manadas de coyotes mantenían las distancias.
Al día siguiente fuimos de caminata al cerro del Bernalejo, centro ritual a donde acuden los Huicholes a dejar sus ofrendas y agradecer a los espíritus el éxito en las cacerías. Depositamos nuestras ofrendas porque para recibir también hay que dar. La caminata fue de unos 15 Kilómetros que bajo ese sol es como caminar 50. Aunque tengo la sensación de que la verdadera ofrenda fue permanecer en el desierto los cinco días que estuvimos. Esa es la gran prueba, donde Wiricuta te exige y te pone al límite tanto físico como emocional. Como ocurre en la selva lo que mas se escucha en el desierto es a uno mismo y solo los guerreros preparados pueden superar esa dura prueba.
Nos despedimos de Wiricuta agotados pero felices por haber superado la experiencia sin ningún percance. Una buena ducha después de 5 días de solo aclararse las manos resulta un gran regalo. Para terminar el viaje nos fuimos a unas cabañas cerca del rio Filobobos el cual descendimos haciendo rafting. Ceremonia de Temazcal de despedida y regreso a Catemaco.
Próximo viaje, Guatemala pasando por la selva de Chiapas….
Imagen by Nur
viernes, 25 de marzo de 2011
Huautla de Jimenez 2011
El frio de la noche me hizo retirarme pronto a dormir no sin antes meter mi polar en la mochila. Era ya casi medio día cuando partí hacía Huautla de Jiménez. El trayecto duró unas ocho horas en camioneta. La manera de conducir del chofer y los baches en las malas carreteras hacían poco viable la posibilidad de echar una cabezadita durante el viaje así que opté por ponerme el Ipod y disfrutar de la música mientras observaba el paisaje, cambiante y variado de la zona. Después de comer unos tacos en Tuxtepec comenzó la subida a la sierra madre.
Ya estaba cayendo el atardecer y una vez más el camino a Huautla resultaba ser mágico. El sol empapaba con sus últimos minutos de luz las grandes paredes de las montañas que se erguían frente a mí, haciendo que su brillo adquiriera una gran intensidad de tonos anaranjados. No recordaba si lo había visto así anteriormente, el lugar tiene la particularidad de ser diferente en cada ocasión que lo visitas, nunca es lo mismo, en ninguno de los sentidos. El cielo estaba despejado, las nubes aun no se dejaban ver. Cada curva del camino dejaba visible nuevos y altos cerros. Llega un momento en que crees que tras el siguiente reviro aparecerán las primeras casas mazatecas, pero cuando llegas solo ves un nuevo y estrecho tramo de recta en la que, al final, dobla una curva más. Y otra, y otra…
Cuando por fin puse un pie en Huautla ya casi era de noche y la temperatura era bastante mas baja que la del estado de Veracruz. Me sorprendió ver la actividad que había en las calles cercanas al centro un miércoles a esas horas. Un ir y venir de gente entre los puestos de comida, ropa y artesanías oaxaqueñas le daban vida al lugar. Las estrechas y empinadas calles hacían difícil maniobrar con el vehículo. La organización urbana es bastante laberíntica, puede dar la sensación de que las calles son todas iguales, y a ratos, todo lo contrario. Huautla es extremo, en todo. Estaba tan cansada del viaje que no me preocupé por pensar en nada más que en comer algo y esperar que la cama del hotel fuera cómoda.
Por la mañana me despertó el trajín del mercado. Los mazatecos vienen desde toda la sierra al centro de Huautla a vender y comprar sus mercancías. Es un trabajo duro transportar toda esa carga de materiales por las cuestas tan empinadas de la sierra, hay un continuo movimiento de, sobre todo mujeres, arriba y abajo por esos caminos escarpados con la carga echada a la espalda y sujetada nomás por una cinta que pasa por la frente.
Hace ya un par de años que el ayuntamiento terminó la construcción del edificio del mercado, un gran espacio con paredes de cemento, escaleras y un gran tejado de hierro frio y gris, pero aun así los comerciantes se resisten a entrar dentro, todos continúan con sus puestos en la calle bajo unos toldos de plástico que, vistos desde arriba, le dan a las calles un aire de invernadero murciano mientras la gran nave de cemento sigue prácticamente vacía. Bien podríamos llamarlo “el mercado fantasma”.
Me calcé las bambas, agarré mi chamarra y salí del hotel. En seguida noté la potente energía del lugar, un escalofrío me recorrió la espalda y mantenía mis defensas en alerta continua. Huautla es un sitio en el que hay puertas que no llevan a ningún sitio y puertas que llevan a todas partes. Territorio de ángeles y demonios en continua batalla por establecer su propio orden y en donde al final, todo se compensa. Escondite de duendes, ogros, hadas y brujas, su mágica vibración hace que te enfrentes a intensas y profundas emociones tan contrarias como afilados son los desfiladeros de sus montañas.
Mientras subía la calle hacía casa de Inés me daba la sensación de que esta vez Huautla tenía más subidas que bajadas, cuando llegué me faltaba el aliento. Inés me sirvió un café y unos huevos con frijoles con esa energía a la que nos tiene acostumbrados a los visitantes a pesar de que esa misma noche había llegado de Oaxaca, de vender artesanía y ropas típicas. Estaba como la recordaba, parece que por ella no pasa el tiempo. Sigue igual que cuando la vi por primera vez hace ya casi 10 años. Su oscura y larga melena le recorre la pequeña espalda, tiene unos ojos oscuros y profundos, manos robustas y piel morena. Los mazatecos son bien chaparros y fuertes, me recuerdan a la raza salvaje de caballos de Asturias, los asturcones. Bien adaptados al medio y sus exigencias. En la casa se percibían los pequeños cambios que iban haciendo sus huéspedes a lo largo de los años. La estructura original se mantiene intacta pero hay bastantes añadidos y algunos cambios en las puertas, escaleras y ventanas. Una pequeña cocina de gas sustituye al anafre de carbón que solía encontrarme siempre encendido con su perola y el caldito de chivo calentándose…
Quedé con Inés para desvelarnos esa misma noche. No quería pasar demasiado tiempo en Huautla, mi instinto me decía que debía irme lo antes posible, los demonios estaban fuertes estos días. Desde que llegué mis pensamientos no acababan de tomar una clara dirección, me sentía confundida en cuanto al objetivo de esta visita. Mi razonamiento me decía una cosa, mi corazón otra y mi instinto me susurraba al oído intentando aclarar prioridades. He tenido experiencias en este lugar de las que moldean el destino de una y siempre estaré agradecida a esta tierra por haberme ayudado a crecer espiritualmente. Tenía mis reservas antes de comenzar la ceremonia cuando apareció Toshi, un visitante que venía desde Japón porque había leído en un libro recién publicado allí, sobre las experiencias en casa de Inés. Pensé que podría ser una bonita ceremonia dados los terribles sucesos que están aconteciendo en su país, así que disipé mis dudas y me animé a estar presente y participar de la comunión. Toshi sonreía mientras Inés explicaba como Jonh Lennon le pedía que bailara mientras tocaba la guitarra allá por el 68, cuando Inés tenía solo 8 o 9 años y le hacía la traducción a Maria Sabina. Era la primera experiencia de Toshi con los “niños buenos” y me apetecía acompañarle. En total éramos cinco los presentes, Juvenal nos cuidaba.
Inés nos cantaba sus ícaros mazatecos junto con canciones religiosas mientras “los diosecitos” nos acunaban con su poder. Imágenes oníricas me rodeaban mientras en mi cabeza sonaba Mercedes Sosa con su “dale alegría a tu corazón” y los “niños buenos” jugueteaban con la energía en mi plexo solar. Inés nos limpiaba y nos protegía frotando su “san pedrito” por nuestro cuerpo. Mi viaje duró unas tres o cuatro horas, cuando regresé estaba agotada y pensativa. Los cambios aun no han terminado, debo de estar preparada para continuar. El mensaje estaba claro. Quedan cosas por limpiar y sacos por vaciar para aligerar peso en el camino. A pesar del agotamiento físico y emocional estaba satisfecha por la experiencia, al final todo es lo que debe ser, todo en su momento…. Sentí que las cosas habían cambiado desde que viene por primera vez, pero yo también había cambiado y ahora mi experiencia me daba una nueva perspectiva de los recuerdos y las cosas aprendidas.
Al día siguiente me despedí de Inés, de esa tierra sagrada, y partí de regreso a Catemaco echando un último vistazo al cielo para ver una vez más el vuelo de aquellas magníficas águilas acariciando el sol.
Imagen by Nur, Huautla 2011
domingo, 13 de marzo de 2011
Durante el desarrollo...
miércoles, 23 de febrero de 2011
Aceptación
La vía de salida de nuestra prisión comienza con la absoluta aceptación de todo lo concerniente a nosotros mismos y a nuestras vidas, aceptando con plena atención y cuidado nuestras experiencias de cada instante. Con "aceptarlo absolutamente todo" me refiero a ser conscientes de lo que sucede en nuestro interior -mente y cuerpo- en un momento dado sin tratar de controlarlo, juzgarlo o alejarlo. No quiero decir que debamos tolerar cualquier comportamiento perjudicial -nuestro o de los demás-, sino que éste es un proceso interior de aceptación de nuestras experiencias reales del momento presente. Eso significa sentirse triste o sentir dolor sin resistirse. Significa sentirnos atraídos o repelidos por alguien o algo sin juzgarnos a nosotros mismos por el sentimiento que nos impulsa a actuar en consecuencia.
Reconocer con claridad lo que sucede en nuestro interior y contemplar lo que vemos con un corazón abierto, dulce y amoroso, es lo que yo llamo "Aceptación radical". Si rehuimos alguna parte de nuestra experiencia, si nuestro corazón excluye cualquier faceta de lo que somos y de lo que sentimos, estaremos alimentando los miedos y sentimientos de separación que sustentan el trance de sentirnos indignos. La aceptación desmantela directamente los cimientos mismos de este trance.
Fotografia by Nur 2011
sábado, 12 de febrero de 2011
Deseo...
"Mi deseo es hablar de la belleza de los viajes,
no de la estupidez de la mayoría de los turistas.
La poesía del viaje consiste no en descansar de la
monotonía de la vida doméstica, del trabajo y
las preocupaciones, o la contemplación de otras
imágenes. Sino que reside en la experiencia vital,
en el enriquecimiento, en la incorporación
orgánica de lo recién adquirido, en el incremento
de nuestra comprensión por la diversidad, por el
gran tejido de la humanidad".
Hermann Hesse
Imagen by Nur
viernes, 4 de febrero de 2011
martes, 1 de febrero de 2011
martes, 25 de enero de 2011
Vaciar el bote...
Aviso
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O, a veces..., todo lo contrario...