Parece una obsesión, lo es.
Hay mujeres que no dejan de controlarlo todo. El castigo es lento, crónico e inevitable.
Las mujeres controladoras pierden con más facilidad a sus parejas. Ya sea porque éstas se van o porque se enamoran sistemáticamente de otras. Porque si bien los hombres profitan del exceso de control femenino, delegando en ellas todo, se van quedando impotentes y sabemos que ante el terror de la impotencia, el macho busca asegurar su masculinidad en otros brazos. Esta impotencia puede ser sexual, pero la mayoría de las veces es simbólica.
Las mujeres controladoras se enferman más. El control requiere niveles de alerta enormes y por ende supone gran tensión, síquica y muscular. Gastan mucho e invierten poco, por lo tanto, son propensas a la depresión, al cansancio crónico o a las fibromialgias. Tienen las defensas bajas de tanto trabajar en el control de todo y de todos y por lo tanto sufren enfermedades crónicas y graves. No se andan con chicas estas mujeres.
Las mujeres controladoras se sienten solas y se van quedando solas. Ellas educan a sus hijos, a sus familias, a sus parejas, a no cuidarlas. Los que las rodean no se sienten necesarios, se sienten necesitados de cosas que ella da a manos llenas o que condiciona sutilmente. Están rodeadas de mil amigos en las buenas y a medida que envejecen se van quedando muy solas. Pero, sobre todo, ¡se sienten tan solas! Como no. Para sentirse acompañado y querido de verdad, hay que tener la sensación consciente o inconsciente de que hay algo gratuito, de alguna reciprocidad en los afectos. En el control, quien da mucho lo hace para sí, para soportar el miedo a la incertidumbre, para asegurarse de que todo salga como ella quiere, para expulsar a la muerte, a la muerte inevitable, a la suya. No lo hace por otros, parece generosa sin serlo. Las relaciones que establece no tienen otra intimidad que la del control, la de sentirse necesaria, la de dominar, la de asegurarse, la de evitar dolores y humillaciones, equivocaciones o fracasos.
Hay otros caminos, donde la vida va hablando, donde se deja hablar a la vida, donde se mira y se ve, donde se oye y se escucha.
Paula Serrano
Fuente: elmercurio
Imagen by AnastasyaCemetery
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