No recordaba lo sola que puede sentirse una en medio de una ciudad de casi 30 millones de habitantes. Pero así es México, lleno de contrastes, en todos los sentidos…
No hay luciérnagas ni colibríes ni el olor de la lluvia en el pasto. No se oyen las oropéndolas, ni los grillos, ni las ranas, ni el aire entre los árboles. Aquí suenan los pasos, los pasos de la gente moviéndose en grandes ríos. Suenan como en una desafinada orquesta junto con las sirenas de ambulancias y policía, las campanas de las iglesias, las bocinas de los carros, y los gritos de los vendedores. La mixtura de olores está formada por los aromas de las diferentes comidas, taquerías, puestos de elotes, cafeterías, paradas de tortas y hot dogs, restaurantes chinos… y el resto de olores orgánicos e inorgánicos… contaminación, sudor, cloacas, los escapes de los coches, y el frio olor del concreto y los adoquines que te rodean por todas partes. Pero lo peor es el olor de la basura, es diferente del de Europa, no sé por qué pero es infinitamente mas nauseabundo. La última vez que sentí un olor tan desagradable fue en Peru… pero esa es otra historia…
Esta semana en la gran ciudad me ha servido para disfrutar de algunas cosas que hacía tiempo no tenía disponibles. Como perderme en una librería durante horas, ver una película en una sala de cine, escuchar música en directo, ver alguna exposición o tomarme una cerveza de barril sentada en una terraza mientras veo pasar la diversidad de gente que puede ofrecer semejante urbe. Pero lo mas importante ha sido recordar cómo no quiero vivir… No quiero vivir en un lugar dónde una niña de 11 años se congela en el suelo, en la calle, mientras a escasos metros de ella dos señoras con buenos abrigos beben café caliente sentadas en un banco y comparten, sin inmutarse, sus tortas con su perro, también con abrigo y mejor peinado que la niña tapada con una cobija y acurrucada contra la pared de un gran edificio comercial en la noche de reyes…
También ha sido una semana de pausa y reflexión. Reconocerme después de todo este año de aventuras me está resultando apasionante. Me siento muy feliz de los logros conseguidos hasta ahora, sobre todo porque son completamente míos. Me siento capaz de guiar la balsa de mi vida sin que el primer rápido me voltee. Me siento como recién nacida a un mundo lleno de sorpresas y cosas maravillosas, llena de nuevas ilusiones y nuevos deseos, y miedos también, sí, he descubierto que el miedo nunca desaparece, pero puedes aprender a vivir con él… No soy la misma mujer de hace año y medio, he crecido, puedo sentir una nueva y renovadora fuerza dentro de mi. Por primera vez en mi vida me doy cuenta que no necesito a nadie para poder sonreír cuando me levanto por la mañana, sola, esté donde esté, llueva o haga sol, porque la luz, por primera vez, la siento dentro. Ahora puedo dar sin condiciones y recibir agradeciendo infinitamente al universo por lo que dispone en mi camino.
Y como canta Silvio… “soy feliz, soy (una mujer) feliz y quiero que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad…”
2 comentarios:
Como bien dices Nur , sientete feliz , no es que que te lo merezcas ni que tengas suerte por sentirte asi , ni de estar viviendo como vives , te lo estas currando y estas sintiendote mas agusto con tu verdad , con tu ser. Disfruta de tus frutos!
En medio de la Urbe...un bichito de luz ha encendido su luz...que suerte!
:-)
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