En la verdadera curación no tiene ningún significado la naturaleza ni el nombre de la enfermedad física. La enfermedad del cuerpo, en sí misma, no es otra cosa más que el resultado de la desarmonía entre el alma y el espíritu. Representa sólo un síntoma de la verdadera causa y, dado que la misma causa se manifiesta de manera diferente casi en cada uno de nosotros, debemos intentar apartar la causa, desapareciendo automáticamente las consecuencias, cualesquiera que éstas fueran.
Esto lo podemos entender todavía mejor de manos del suicidio. El suicidio no ocurre por sí mismo. Algunas personas se cuelgan desde una gran altura; otros toman veneno, pero detrás de cualquier manifestación del suicidio se esconde la desesperación. Si podemos ayudar a esas personas que piensan en el suicidio a superar su desesperación y a que encuentren alguien o algo por lo que vivir, entonces están curadas para largo plazo. Si lo único que hacemos es retirarles el veneno, entonces únicamente los habremos salvado temporalmente. Más tarde intentarán, de nuevo y en cualquier momento, suicidarse.
Durante demasiado tiempo hemos culpado a los agentes patógenos, resistentes a la alimentación y los hemos considerado como las causas de las enfermedades. Pero algunos de nosotros somos inmunes a epidemias de gripe, otras aman ese frescor que trae el viento frío, y otros muchos pueden comer queso y tomarse por la noche un café sin ponerse enfermos. Sólo cuando permitimos que la duda y la depresión, la indecisión o el miedo crezca en nosotros, somos susceptibles ante las influencias externas. Por lo tanto, la verdadera causa que se esconde tras la enfermedad es el estado del paciente y no su constitución física.
Cada enfermedad, sea todo lo grave que se quiera, puede ser curada siempre que se recupere la felicidad del paciente y éste desarrolle el deseo de retomar la obra de su vida. Con frecuencia se necesita para ello una transformación mínima en su estilo de vida, cualquier idea fija insignificante que le hace intolerante frente a los demás, cualquier responsabilidad falsa que le esclaviza cuando podría hacer algo bueno. Existen siete maravillosos estadios en la curación de la enfermedad y son los siguientes: Paz. Esperanza. Alegría. Confianza. Certeza. Sabiduría. Amor.
E.Bach -. Remedios florales
5 comentarios:
Hola Nur ya estoy de vuelta. Ha sido un post muy bonito, me ha traído muchos recuerdos; los de mi hermano que se suicidó hace ya 16 años. Realmente perdió la armonía y la felicidad. Intentamos devolvérsela pero estaba enfermo de tristeza y pes a jurarnos que no lo haría lo hizo. también fue debido a un mal tratamiento del médico que lo atendió, en fin un cúmulo de malas circunstancias; y a que fue al África tuvo malaria y perdió muchas defensas... Todo se unió en su fatal desenlace, incluido el amor con su mujer que no funcionaba, sospecho, demasiado bien...Un abrazo.
Hola Moderato, no me atrevo a decir nada sobre tu comentario. Es un tema demasiado personal. También mi familia ha pasado por ese trance. Asi que solo puedo enviarte un abrazo.
Salud!
Cuando nos roza la muerte, valoramos mas la vida. Tambien hablo desde la experiencia personal. Me gusta recordar siempre
lo que dice Eric Rolf sobre la salud y la enfermedad. Es algo asi como... " La vida nos habla en susurros, si no somos concientes de su mensaje, nos habla mas alto, si aun no sabemos entender nos sigue hablando mas y mas alto, hasta que nos da un grito. Ese grito es el dolor, la enfermedad, el accidente, la crisis... es decir
la oportunidad...
Besos,
Maria
http://recuerdodevenus.blogspot.com/
Bienvenida Maria! Pasa y ponte cómoda. Gracias por tu aportación...
¡Hola, Nur! Edward Bach es el típico ejemplo de un ser consecuente con sus convicciones. Desde una situación boyante como médico londinense (creo), observando los entresijos del proceso que llamamos enfermedad, dio un vuelco a su vida, a través de una puesta en práctica intuitiva de sus remedios florales...
Una persona lúcida y de total integridad en su acercamiento al ser humano.
Salud para ti y los tuyos.
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