martes, 14 de diciembre de 2010

Carretera y tacos!



Si hay algo que me guste de México es la comida, especialmente los tacos. Los hay de diversas clases y con todo tipo de ingredientes y de momento puedo decir que me parecen algo extraordinario. Acabo de degustar 5 taquitos de surtido que venden en una taquería aquí cerquita de casa. Les ponen cabeza de res, puerco, lengua y otras carnes que ni siquiera conozco. Con su chorrito de limón, abundante cebolla picada, cilantro y un toque de salsa de chile verde picoso… mmmhhh, es algo delicioso. Mi amigo el flaco dice que también hay tacos de ubre y tripa pero esos aun no los he probado. Me estoy volviendo una taquera empedernida! Eso sí, siempre acompañados de una Corona bien muerta…

Esta semana he ido con unos amigos mexicanos a Chiapas y Oaxaca. Ellos tienen un negocio aquí en Catemaco y tenían que comprar artesanía y ropa para vender en “la tienda de los tesoros”. Como yo aun no conocía San Cristóbal de las casas y era algo que me apetecía mucho decidí acompañarles y compartir los gastos de gasolina. La primera parada, aparte de unos tacos para desayunar, la hicimos en Chiapa de Corzo. Por una de esas casualidades de la vida allí mismo me encontré con unos amigos españoles, Carlos y Franches, que esperaban también la lancha para hacer el recorrido guiado por el cañón del sumidero. Después de esperar un rato a que la lancha comunitaria se llenara empezamos la aventura.

El Cañón del Sumidero, es un orificio de gran profundidad situado a 5 km de Tuxtla Gutiérrez, capital del estado de Chiapas. Este cañón tiene un acantilado cuya altura va un poco más allá de los 1000 m del nivel del agua y se levanta sobre el cauce del río Grijalva, que tiene una profundidad de más de 300 m. Recorrer el Cañón requiere del sentido de observación, ya que el interés no sólo reside en la formación geológica, sino también en la fauna, la flora y la arqueología, pues se trata de una serie de fosas que a partir de su apertura original, el agua ha erosionado con el paso del tiempo. Se estima que su formación empezó hace 12 millones de años.

Resulta bastante impresionante pasear entre esos acantilados verticales tan enormes que se levantan a ambos lados del rio. Me producía la sensación de estar en una película del oeste y que en cualquier momento iban a aparecer los indios con sus caballos en lo alto de las montañas con sus plumas y sus arcos apuntándonos como a forasteros que invadíamos su sagrado territorio. Me parece mágico poder visitar lugares como este en el que logras transportarte en el tiempo a la vez que puedes respirar el gran poder de nuestra madre tierra.

Tuvimos la suerte de tener un día soleado por lo que pudimos observar hasta una docena de cocodrilos calentándose en la orilla. Más adelante, entre los árboles y la espesa vegetación también descubrimos algunos ejemplares del mono araña, lástima que ya no sean tan abundantes como hace unos años y solo puedan observarse en tierras protegidas o en plena selva. Los zopilotes, enormes aves con negro plumaje (buitres negros), esperaban su ración de comida también junto a la orilla. Asimismo, el área es el hábitat de especies animales como los tejones, mapaches, garzas, víboras, tortugas, peces, patos y cientos de especies de los ambientes terrestre y acuático.

Ya en la tarde, antes de la puesta de sol, partimos hacía San Cristóbal de las casas. Este “pueblo mágico” fue capital de la Provincia de Chiapas desde la época colonial hasta principios de la época conocida como el Porfiriato, los poderes pasaron luego a Tuxtla Gutiérrez. Cuidad considerada capital cultural del Estado de Chiapas, donde conviven diferentes expresiones culturales y artísticas. Esta ciudad cosmopolita es la principal localidad turística de Chiapas.

El colorido de sus mercados de artesanía puede llegar a embriagarte de tal manera que hay que agarrarse bien el bolsillo para no salir literalmente desplumada. Después de disfrutar de algunas compras y aprender el arte del regateo nos fuimos a cenar a “el mesón del taco”, mmhhh… deliciosos tacos al pastor. Tras un par de buenos tequilas me fui a descansar con mis amigos españoles a un humilde hotel cerca del centro.

Al día siguiente y después de una intensa jornada de compras partimos hacía Oaxaca, capital del Estado oaxaqueño, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, debe su fama a la belleza y armonía de su arquitectura, la riqueza de sus tradiciones culturales, la extensa variedad de su comida típica y la templada suavidad de su clima, primaveral durante todo el año. Posee cumbres de más de tres mil metros de altura, cavernas que se encuentran entre las más profundas del mundo, playas vírgenes, selvas escondidas y valles luminosos que acogen poblaciones donde se funden, como en un crisol, las culturas de todos los pueblos que han pasado por su piel.

Es una belleza viajar horas por la carretera que recorre el Istmo de Tehuantepec, dónde se acerca el pacífico al atlántico. Las corrientes de aire soplan tan fuerte que te puedes encontrar con que han cerrado la autopista por riesgo de que los carros volteen y debas desviarte por la libre. El lado bueno es poder observar como las ráfagas de viento acarician las altas montañas repletas de baja vegetación de manera que cambian de color a modo de terciopelo, variando del ocre al amarillo pasando por el café. A la vez que la luz varía y al final del día el amplio paisaje adopta tonos anaranjados y rojizos.

Llegamos por fin a Oaxaca hacía las 11 de la noche con el mismo frio que habíamos dejado en Chiapas. Pero antes de buscar alojamiento, qué hicimos? Nos fuimos junto al mercado a comer unos maravillosos tacos de cabeza de puerco, en uno de esos puestecillos que están en la calle hasta tarde. Estaban buenísimos y tan picosos que se me quitó el frio de golpe!

Ya por la mañana visitamos el centro de la cuidad, el mercado y los puestos de cerámica y alebrijes. El mercado es tan grande que está dividido por secciones, cada una con sus olores y colores diferentes. Sorprendida por los puestos de fruta y la gran variedad de productos que allí ofrecían, quise tomar una fotografía de la típica oaxaqueña vendiendo los famosos chapolines pero quiso cobrarme 100 pesos por tal atrevimiento ante lo que desistí de la idea tras exponerle mi pensamiento de que debía ser una mujer muy famosa para tener semejante caché…

Cansados por la intensidad del viaje, después de degustar una buena tlayuda (gran torta tostada con frijol, quesito y carnes varias) y un par de tacos, agarramos de nuevo el carro para emprender el viaje de regreso a Catemaco…

To be continued…


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