viernes, 25 de noviembre de 2011

Hadas y luces de otoño...



Se apagan de nuevo las luces en Aventurec y la naturaleza vuelve a tomar el mando. La palapa permanece en silencio, las mesas descansan libres de vasos con restos de jugo de naranja y las sillas ya están dispuestas, alineadas en las mesas como peones en el tablero de ajedrez, preparadas para comenzar una nueva batalla. Las voces que hasta hace poco rellenaban los caminos son ecos lejanos y amortiguados por el sonido de las chicharras, los grillos y un improvisado concierto al atardecer de las chachalacas, que permanecen resguardadas entre las tupidas ramas del cedro frente a los baños. Varias ranas cruzan por el pasto frente al platanal, lo que me hace pensar en “Enrique”, un sapo enorme que suele visitarnos por las noches. Hace ya días que no lo veo, suele refugiarse bajo la barra del bar, pero últimamente no aparece, quizás ya encontró a su princesa…
Se duermen los colibríes y aparecen los primeros destellos de las luciérnagas recordándome que la magia existe.

Una cosa que he aprendido en el rio es que los “Eddys” existen y forman parte del curso del agua. Un Eddy es la palabra gringa que utilizan los kayakistas para nombrar esa sección en el rio, entre corrientes, en la que el agua está tranquila y puedes “estacionarte”, sin que te lleve la corriente, mientras a tu alrededor, a escasos centímetros de la balsa, el rio sigue discurriendo con toda su fuerza. Es como un oasis en la corriente. Los eddys a veces cuesta encontrarlos, pueden ser grandes o pequeños, pueden estar tras los obstáculos en forma de rocas o tras los rápidos, pero si los localizas, en ellos puedes meter la balsa y tomarte un respiro para descansar y observar el curso del río mientras decides qué línea vas a trazar o para esperar a un compañero que llega detrás de ti y poder hacerle seguridad en el rápido, es decir, estar listo para lanzar la cuerda si es necesario. Y yo estoy en un “eddy”, asimilando los últimos cambios y reencontrándome con esa fuerza interior de mujer loba que tan bien definía Clarissa Pinkola Estés en “Mujeres que corren con los lobos”. No alcanzo a ver que me espera tras el próximo rápido pero empiezo a visualizar la línea a trazar, y leyendo el río todo me indica que la línea escogida hasta ahora es buena. El balance de este último año es alentador, siento la misma ilusión y las mismas ganas de seguir remando que aquel día en que ví mi mochila, con las únicas cosas que decidí conservar para esta aventura, desaparecer por aquella cinta en el aeropuerto de Barcelona.

“Diosidencias”, me comentaba una luciérnaga que pasaba por Aventurec estos días, con una luz potente y poderosa que me ha dejado algo aturdida hasta horas después de su partida. Me ha hecho recordar otra linda luz que me “reencontré” en Barcelona poco antes de empezar este viaje. Esta segunda conexión ha llegado en el momento justo y preciso, como siempre, si es que ya decía yo que el universo puede ser muy cabroncete y te deja saborear esas pinceladas de luz para animarte a seguir adelante, pero sin darte tiempo a profundizar, actúan solo como mensajeros, como señales. Son como el rio que a veces, inesperadamente, bien por una crecida o algún cambio geográfico drástico se abre en varios brazos que se separan para luego volver a encontrarse más adelante. En estos últimos días mis dudas se han disipado. Estas apariciones me hacen saber que todo está bien, que voy bien, que no debo de tener miedo a todos estos cambios, que voy a empezar el 2012 como nunca lo hubiera imaginado. Que fue duro saltar la cascada, angustiantes los momentos en que el abismo se acercaba y debía decidir dar ese salto, dejar todo lo que me hacía sentir mínimamente segura para poder emprender el camino que realmente mi corazón me dicta, enfrentándome a mis miedos hasta el punto de transformarlos en la adrenalina capaz de darme ese plus de energía que necesito en esa última palada, o en ese salto al vacio. Y aunque sigo sintiendo el vértigo sigo agradeciendo cada día que pasa en esta aventura de vivir, con todas las letras.

Por el momento los únicos planes son aprovechar el tiempo que me queda en este Eddy y pasar unos días en La Habana y Varadero para descansar y tirarme en alguna playa de arenas blancas. Necesito algo de intimidad que me permita momentos de introspección para poder escucharme y poder seguir leyendo el rio, cosa que el trabajo diario en Aventurec no me permite. Cuando se está de viaje también se necesitan vacaciones, jeje. 

Porque la vida puede ser maravillosa! Eso me enseñó un compañero de tránsito que recientemente nos ha dejado y que sus últimos pensamientos fueron de agradecimiento por todo lo que había vivido. El rio aun me está ayudando a gestionar esta pérdida, por el momento los mojitos en Cuba van a tu salud compañero.

El día 1 aterrizo de nuevo en Distrito Federal, esa enorme jungla urbana…

Imagen by Nur, Altofilo. 

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