domingo, 11 de marzo de 2012

Con el viento...



Extrañaba el mar. Puedo pasarme horas y horas contemplándolo. Todo a mi alrededor desaparece, mis pensamientos viajan, vienen y van al ritmo de la marea. Pasan las horas y me voy llenando de una agradable paz. La brisa marina amansa a los demonios…

Llevamos tres días desde la entrada del último frente. Tenemos norte. Me encanta ver cómo juegan las gaviotas con el viento. Es fascinante observar cómo planean a su antojo. Parece que les gusta especialmente volar en dirección opuesta a la corriente, no aletean, tan solo corrigen la posición de sus alas con rápidos movimientos y avanzan contracorriente sin aparentes problemas para luego virar el cuerpo y salir disparadas en dirección contraria, empujadas, esta vez sí, por la fuerza del viento. No luchan en ningún momento, avanzan para luego dejarse llevar en un constante ir y venir, como en un juego, formando parte del aire mismo… 

Las gaviotas son las aves más atrevidas que hay por aquí… no dudan en acercarse a los turistas si hay comida de por medio.  También me gusta observar cómo pescan los pelícanos, estos vuelan  más alto que las gaviotas y necesitan aletear algo menos para fluir con el aire. Es increíble cómo colocan su cuerpo para lanzarse empicado al agua. Aunque los días que hay tanto viento el mar está revuelto y no es tan fácil localizar las presas, por lo que hay menos movimiento. En las alturas vuelan otras aves, son como albatros, pero aun no he conseguido que nadie me diga cómo se llaman esos misteriosos pájaros. Oscuros y con una envergadura de alas mucho mayor, apenas aletean para desplazarse y, a diferencia de las gaviotas, su vuelo se observa mucho más sutil y armonioso. A veces solo son un puntito negro en las nubes pero cuando tienes suerte y los puedes observar de cerca te das cuenta de que su tamaño real es enorme! Cuando planean sus alas tienen forma de V bastante marcada, imagino que eso les ayuda a aprovechar muy bien la fuerza del viento. 

Richard Bach decía en su famosa obra “Juan Salvador Gaviota” aquello de “tu cuerpo, de extremo a extremo del ala, no es mas que tu propio pensamiento en una forma que puedes ver. Rompe las cadenas de tu pensamiento y romperás también las cadenas de tu cuerpo”. Eso es lo que los vientos del Yucatán me están recordando.

Llevo instalada en Progreso, península del Yucatán, aproximadamente desde mediados de febrero. Después de dejar Aventurec y la maravillosa reserva del Filobobos estuve viajando por la república. Regresé unas semanas a Catemaco, en los Tuxtlas, tras comenzar el año en Distrito Federal y visitar algunos estados que aun no conocía, como Michoacán, Jalisco o Yucatán, donde ahorita me encuentro. Fueron visitas cortas pero intensas, México no deja de sorprenderme y atraerme…  Me encanta el momento en que llegas a una nueva ciudad sin saber exactamente qué te aguarda… cuales serán las sorpresas que esconden sus rincones…

Ha sido un comienzo de año intenso a todos los niveles. Dejé Aventurec una semana antes de lo que mi instinto predijo hace ya meses. Vamos afinando. Pero no me imaginé el torbellino en el que me iba a sumergir posteriormente. Los ocho meses que pasé en la reserva del Filobobos me prepararon para los siguientes capítulos de esta aventura, ahora lo sé. Le debo mucho al rio y a los maestros que allí me enseñaron a navegarlo. El rio me ha dado muchas buenas y enriquecedoras enseñanzas que espero no olvidar nunca. Ha sido un privilegio conocer la gente que vive a través de los ríos del mundo, son espíritus libres. Encontré una familia en ellos y como tal, siempre los llevaré en mi corazón. Espero y deseo que nuestro caminos vuelvan a encontrarse muy pronto.

Tras un par de volteadas en los rápidos que el destino me tenía preparados decidí parar y descansar. Busqué aguas tranquilas en Xalapa, donde me instalé por un par de semanas en una bonita casa en el barrio de las ánimas donde una amiga catalana, Montse, que conocí en Catemaco  tenía rentada una habitación. En la casa vivía otra chica, Ere, universitaria, con la que compartíamos platos de pasta, momentos sushi, pláticas en la cocina, fiestas con los vecinos y alguna que otra clase de yoga. La verdad es que a veces se agradece la compañía. Creo que me llegó en el momento en que lo necesitaba y estoy agradecida. Me lo he pasado muy bien, las noches Jalapeñas pueden resultar sorprendentemente deliciosas…

Dice una querida amiga: “No siempre es fácil adaptarse a los cambios internos porque las personas que siempre te han conocido de una determinada manera pueden verte diferente y ello las desconcierta. Llega ese momento en el que los demás te ven distinto, en realidad mejor, porque eres más fuerte e intentan llevarte de nuevo al terreno antiguo. Tu sabes que no puedes, y aquí hay un gran trabajo, porque para los que siempre has sido cuadrado ahora eres redondo y ellos quieren que sigas siendo cuadrado. Cuesta bastante gestionar todo esto sin dejar de perder personas de "confianza", pero es también un aprendizaje y en todos los aprendizajes hay pérdidas y dolores, precisamente para eso, para aprender. No se acaba nunca y hay momentos mas duros que otros, pero no se puede mirar atrás y solo hay un presente donde vivir. Siempre se va aprendiendo, pero jamás se deja de aprender.”

No podría haber descrito mejor lo que me ha tocado trabajar estos últimos meses. Y aunque el trabajo del desapego sigue constantemente presente mantengo la conexión con mi brújula interior. El problema es cuando esta señala dos nortes diferentes… pero eso será otra historia…
Una vez repuesta la energía que gasté en todo este último proceso dejé Jalapa para llegar a Progreso tras viajar más de 20 horas en ADO, una de las principales compañías de transporte de autobús en México y en la que debería tener suficientes millas como para dar la vuelta al planeta… Progreso es una pequeña ciudad en la costa del Yucatán, a 40 minutos de Mérida. Eso si no hay tráfico, en caso contrario tardas una hora… Hacía tiempo que quería conocer esta parte del mundo. Siempre que miraba un mapa y veía esta península sobresalir del continente americano, dándole forma al enorme golfo de México, me imaginaba visitándola algún día. Pues bien, ya estoy aquí.

Llegué a Progreso gracias a Anuska y Román, dos amigos de Barcelona que tenían rentada una casita cerca de la playa de esta pequeña ciudad yucateca. Vine de visita y ellos me acogieron. Fueron grandes tardes poniéndonos al día de nuestras últimas aventuras. Ellos partieron de España hace unos tres años. Agarraron un velero y se echaron al mar… a navegar los mares del mundo! El destino quiso que nos reencontráramos en el Yucatán. Siempre que oigo las historias de los marineros que han cruzado el océano me dan ganas de emprender aventura en un barco… quién sabe si quizás algún día pueda vivirlo… De momento os recomiendo un entrañable libro escrito por Román… “La gata Marina”, basada en la historia de una gata que una vez cruzó el océano…

Por medio de mis amigos conocí a Remko, un holandés afincado en México desde hace 15 años. Se separó de su mujer, ella se quedó el negocio… y los 4 hijos… Ahora Remko emprende camino por su cuenta y recién empieza otro Bar-Restaurante en el malecón de Progreso. Es un lugar no muy grande pero bien situado. Vive en una casa que tiene justo detrás del negocio, se comunica por medio de un patio con la cocina del restaurante. Es una casa grande, de seis habitaciones. Colaboro durante el día en el negocio y a cambio tengo derecho a una habitación con baño y comida. También me quedo las propinas. No es mucho pero lo justo para los gastos del día. Progreso es un puerto donde llegan cruceros dos veces por semana, que son los días en que hay mas clientes.

Llevo pocos días por acá y aun no me he establecido ninguna rutina pero los días van tomando forma. Me levanto temprano, saco las mesas y las sillas a la terraza, pongo las sombrillas y preparo el café. Cruzo la calle y llego a la playa, me doy un baño, nado un rato lo más hacía dentro que puedo buscando algo de profundidad…  Salgo y me tumbo diez minutos al sol. Regreso a mi habitación, me doy una ducha y salgo de nuevo a la terraza. A primera hora suele llegar Lou, un americano que vive aquí hace ya mucho años, ex militar. Estuvo en Vietnam. Ahora se dedica al trapicheo, puede conseguir cualquier cosa que le pidas… Tomamos café en la terraza mientras observamos cómo está la mañana, si el mar está tranquilo, si hay mucho aire… Lou siempre tiene alguna historia que contar y aunque a veces sea la séptima vez que te la explica no deja de sorprenderme. Su vida parece sacada de una película…

A lo largo del día van circulando diversos personajes por el bar. Clientes habituales la mayoría ya que el negocio aun no tiene la licencia para poder vender alcohol. Pero los que aquí se juntan se compran las cervezas en la tienda de al lado. Este lugar me recuerda a la serie “Cheers”, recordáis?  Aquel bar en el que se juntaban los borrachos de barrio, cada uno tenía su historia… Pues aquí es un poco lo mismo. Lo más impresionante ha sido conocer a un juez gringo que trabaja en un estado en el que se practica la “inyección letal”. O por ejemplo a una mujer norteamericana que a los 16 años tocaba el violín en Rusia, tiene una carrera militar de 27 años en el ejército yanqui  y un ex marido árabe… ahora vive retirada en México…

Cuando no hay gente o todo el mundo está atendido me siento en la terraza y observo el mar. Los vientos me han traído hasta aquí. La ciudad se llama Progreso, curiosamente. No sé muy bien qué es lo que está por venir así que procuro tomármelo con calma, descansar y disfrutar de este pequeño paraíso yucateco. De momento parece que la próxima enseñanza está en el viento. He conocido a Sara y Fabricio, dos instructores de Kitesurf.  El Kite es un deporte que combina el viento con el mar. Vas sobre una tabla impulsado por la fuerza que el viento ejerce sobre una vela que va amarrada a un arnés que llevas en la cintura, la vela tiene una altura variable de mas de 10 metros. A cambio de ayudarles cuando empiecen los cursos con los clientes me han ofrecido aprender a Kitear… Ya llevo un par de clases y la verdad es que me está gustando. La técnica requiere bastante práctica pero es muy emocionante sentir que puedes apoyarte en la fuerza del viento para surfear sobre las olas. De momento estoy practicando el manejo del papalote (la vela) en la orilla, aun no me he puesto sobre la tabla. Pero la adrenalina que siento me encanta. Intentar poner la vela donde tu quieres es todo un reto en el que el contrincante es una fuerza de la naturaleza… o visto de otra manera… el contrincante eres tu misma… La adrenalina me ayuda a estar presente, a vivir el momento y no estar dispersa en varios pensamientos y fantasías. Me ayuda a centrarme.

Por las tardes suelo fregar los trastes de los clientes que han venido a comer. Remko es el Chef, yo le ayudo si le hace falta algo y recojo después. Suelo tener muchas horas para mí. Si no voy a clase con Sara aprovecho y doy una vuelta en bicicleta por el malecón. Me gusta ver cómo cambia la luz en el cielo al atardecer. Los fines de semana tenemos visitantes mexicanos, la mayoría viven en Mérida. Los días de crucero están llenos de americanos y canadienses. Cuantos más turistas mas vendedores, puestos de helados, elotes, dulces, globos, azúcar de colores… Me encanta sentarme por la tarde a observar el tránsito de gente por el malecón, es como ver una película que nunca termina…

Y por la noche suelo retirarme temprano. Últimamente no me concentro en la lectura así que veo más películas. Tengo una habitación grande, con ventilador, lo cual se agradece más que por el calor por los pinches mosquitos… y yo que creía que después de Aventurec  estaría ya vacunada…
Si es una noche de viento el mar se agita y entonces puedo oírlo mientras duermo. Es un regalo, nunca había vivido en un lugar en el que pudiera dormir acompañada del rumor de las olas…
Dejo que pasen los días, algo me ha traído hasta aquí. Toca trabajar la aceptación. No sé cuánto tiempo permaneceré en este lugar, depende del viento…

Parece que lo que ahora toca es seguir aprendiendo. Aprendí del rio, ahora toca aprender del mar, del viento y de las nubes. Como alguien cantaba… “hay nubes de amor que nunca se las lleva el viento”

Imagen by Nur
Nota: acabo de averiguar que los pájaros a los que me refiero se llaman  "Fragatas" ...

2 comentarios:

Alejandro dijo...

Me encanta! me relaja leer tu estancia en Yucatan , dejandote llevar y practicando el presente. A ver lo que depara estos nuevos vientos... besos!!!

Anónimo dijo...

Muy bien, Nur. Es cierto que dormir con el rumor del mar es un regalo diario, y estoy convencda de que el mar, el viento y las nubes, te enseñaran un sinfín de cosas, disfrútalo mucho!!!!

Muchos besos y un abrazo marino!!!

Eulàlia

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